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LOS BOGAS EN COLOMBIA



    Ilustración Banco de la República. 

Los bogas en Colombia

¿Quiénes eran los bogas?Durante todo el periodo colonial el río Magdalena y Dagua fue la vía más importante para comunicar a la región andina con el mar Caribe y Europa. La Flota de Indias, que llegaba a Cartagena procedente de España, aprovisionaba los territorios americanos en ropa, aceites, vinos y otras mercancías apetecidas por los españoles residentes en el Nuevo Mundo. Sin embargo, remontar el río hasta Honda requería pericia y fortaleza. Era un trabajo brutal de doce horas diarias en canoas con catorce bogas que cargaban hasta diez toneladas de peso. En los primeros años de la Conquista los indígenas fueron utilizados por los españoles para garantizar el transporte de personas y mercancías, pero, como en la mayoría de las actividades, fueron desplazados por la gente africana y sus descendientes. La fortaleza física y la destreza para esquivar los peligros del río eran cualidades fundamentales de los bogas o navegantes que pasaban sus vidas entre las aguas. La imagen que se tiene de ellos es la de hombres robustos, francos, inteligentes y maliciosos. También se dice que vivían contentos, pues, a diferencia de otros esclavizados, gozaban de permanente movilidad y estaban en contacto con la naturaleza, es decir, llevaban una vida más independiente.El número de pasajeros crecía en la medida en que se afianzaban las actividades económicas. En 1550 se idearon los champanes, canoas de unas quince varas de largo, dos de ancho y un metro de profundidad, con una cubierta en forma de arco en el centro de la embarcación. Mientras los bogas remaban para hacerlo avanzar, los españoles y sus hijos se refugiaban del sol bajo del arco de palma.Los bogas en el magdalena:Se les encuentra en los cuadros típicos de comienzos del siglo XIX, con los remos en movimiento, rodeados del paisaje solitario y tranquilo de la ribera: son los bogas del río Magdalena. Verdaderos motores del transporte fluvial que antecedió por muchos años a la navegación en buques de vapor en Colombia, se les identifica generalmente con una época cuya descripción quedó enriquecida por las numerosas observaciones escritas por los viajeros que se aventuraban en estos parajes. Su origen, sin embargo, se encuentra en la Colonia. La presencia de los bogas en el Magdalena se remonta a los años de los encomenderos, cuando el tributo de los indios se trasladó a la lucha contra la corriente del río en busca de Honda. En su ensayo, David Ernesto Peñas Galindo se propone recomponer las piezas de esta historia trazando la formación de una nueva raza: la historia del zambaje atada al destino de Mompox y, por supuesto, al del río Magdalena.Peñas Galindo define de antemano los propósitos de su trabajo: se trata de “un juego de montaje”, sin mayores pretensiones historiográficas. Según sus propias palabras, “surge gracias a los recientes estudios de María del Carmen Borrego Pla sobre Cartagena de Indias, y a la maravillosa recopilación documental sobre el río Magdalena que elaboró Aníbal Noguera”. En efecto, ambos trabajos constituyen, en esencia, sus fuentes documentales más sobresalientes.El centro de sus observaciones en Mompox, centro comercial también de la Colombia colonial que extiende su importancia como tal hasta bien entrado el siglo XIX. Las investigaciones de Borrego Pla le sirven de fuente primordial en la primera parte de su ensayo: la fundación de Mompox por los cartageneros para contrarrestar las aspiraciones samarias, el comportamiento libérrimo de los encomenderos, la utilización de los indígenas en la boga y su extinción como consecuencia de una agotadora jor nada. Según Peñas Galindo, confluyen en Mompox todos los elementos de una sociedad sin ley: encomenderos que no obedecen, proliferación del contrabando, cohabitación libre entre esclavos negros e indígenas desamparados. La aparición del zambaje ocurre en un período de transición que se esfuma en el salto temporal que sucede a la descripción de Mompox como capital del contrabando neogranadino. Peñas Galindo se limita a explicar cómo en Mompox se da una convergencia “de razas y culturas”. ¿Y por qué el zambaje? Según Peñas Galindo, porque convenía a todos: “proveía a las indias de esposo y a los negros de cónyuge, y a los blancos les dejaba un sustancioso producto de mano de obra para ser utilizado en la boga”. “Tosco, brutal, indolente, semisalvaje”, son algunos de los adjetivos que se endilgaron entonces a los zambos, condenados a los últimos rincones de la escala social. Víctimas de la larga travesía por el río, sometidos a la voluntad del boga y a las penurias del clima, a los ojos de los viajeros civilizados, los zambos sólo podían estar en los confines de la barbarie.La pesadilla comenzaba al momento mismo de contratar el champán, aquella larga embarcación dueña del transporte fluvial y que se distinguía por el rústico camarote ubicado en el centro, de techo redondo de palmeras y cañabrava. Y por la tripulación, compuesta casi exclusivamente de bogas. Había que pagar por anticipado al timonel, quien, a su turno, avanzaba las piastras a los posibles bogadores. La totalidad del riesgo era asumida por el viajero, quien eventualmente debía soportar con paciencia la desaparición de algún boga, y con el también la de su dinero. ¿Y la autoridad? Aparentemente no existía para tales efectos, como no parecía existir durante la travesía cuando se imponía la voluntad de los bogas: en el ritmo del viaje, en la prolongación de los descansos, en la misma finalización de la jornada no existía para el viajero certidumbre alguna en el cumplimiento de un supuesto compromiso.Las picaduras de mosquito parecen haber preocupado tanto a los via jeros como el comportamiento de los bogas, sus gritos y blasfemias. La malla contra los zancudos formaba parte indispensable de los pertrechos de viaje, al lado de los víveres, de la hamaca, de la escopeta y del aguardiente que con frecuencia servía para darles ánimo a los bogas. Las anécdotas abundan, y algunas veces se repiten, y son tan pintorescas que, en ocasiones, no parecen reales.Pero lo son, aunque es difícil precisar si las circunstancias que rodearon la navegación por el río se mantuvieron inmodificables durante los tres siglos en que los zambos fueron, según Peñas Galindo, “los dueños” del Magdalena. Los relatos que trae a cuento —Samper, Parra, Le Moyne, Kastos, Humboldt, extractados todos del libro de Aníbal Noguera— se circunscriben a los finales del siglo XVIII y al siglo XIX. ¿Sería acaso que las reformas borbónicas, la independencia, la liberación de esclavos, las medidas liberales, o los sucesivos regímenes políticos que se inauguraron tras la república no tenían eco alguno en la vida del Magdalena?Quizá. Aunque su respuesta no forma parte de los propósitos de su ensayo, este interrogante queda abierto, como muchos otros, tras la lectura del trabajo de Peñas Galindo, convertido sí en una introducción a la historia racial de la región Momposina, cuya exquisita narración permite perdonar su pobreza de fuentes documentales.
Candelario Obeso:Nació en Mompox en 1849 y se suicidó en Bogotá en 1884. Hijo natural del hacendado Eugenio María Obeso, abogado liberal, y de la lavandera negra María de la Cruz Hernández. El padre se ocupó de su educación, lo matriculó en el Colegio Pinillos de Mompox, después entró como becario en el Colegio que fundó Tomás Cipriano de Mosquera en Bogotá. Más tarde ingresó en la Facultad de Ingeniería y la de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional. Aspiró sin éxito al amor de varias mujeres, obtuvo más bien desengaños y lances desagradables. Sobrevivía gracias a traducciones literarias y oficios diversos. Mosquera, presidente de la República de Colombia de esa época, lo auspició y le brindó su amistad personal, cuando ya sus cualidades como traductor y literato eran notorias; le otorgó también un Consulado en Tours (Francia), que desempeñó de forma efímera.Polémico y rebelde, no se ajustaba a las normas sociales que dictaba el conservadurismo de cuño católico. Describió a la mujer como un ser independiente y con voz propia. Como poeta, escogió expresarse en el lenguaje de los campesinos humildes de orillas del Magdalena, muchos de ellos con raíces africanas. En sus poemas, hace gala de un estilo romántico (identificación del poeta con la naturaleza; nostalgias de amores perdidos; idealizaciones). Su lenguaje es dialectal; su temática es de orden naturalista y pastoral.Fue un sobresaliente poeta dialectal (se le considera uno de los primeros poetas negristas), fue novelista, dramaturgo y catedrático. Políglota y polígrafo, tradujo al español a Shakespeare, Musset, Víctor Hugo y a Tennyson. La colección Cantos populares de mi tierra, publicada por primera vez en 1877, es su obra más importante, donde recoge toda su obra en verso, escrita en un intento de figuración de lengua dialectal, tal como la oyó entre los campesinos de las riberas del Magdalena. Otras publicaciones son, La familia Pygmalión (1871), Lecturas para ti (1878),